sábado, 27 de julio de 2013

Nunca faltan

Por dios que hace tiempo que no me sentaba frente a esta cosa a darle trabajo a las teclas, la verdad es que puedo echarle la culpa a la pega, o al tiempo, o a cualquier cosa, pero no pasaría de ser una vulgar chiva para disimular mi flojera letrística.
 
El punto, creo, estaba en que, si miro mi vida diaria, la veo tan como rutinaria que parece que no hay nada que valga la pena contar, o no hay nada que valga la pena comentar hasta que mi amiga de Conce me tiró las orejas - en sentido figurado porque fue por teléfono - porque no había escrito nada en estas páginas a las que llamé alguna vez remedo de blog.
 
Detúveme entonces a pensar y, claro, para mí puede ser rutinaria porque yo la vivo a diario, pero para otros no debe ser así y capaz que les interese saber lo que pienso sobre las vueltas de la vida, en especial porque soy un crítico de las cosas que hace la gente, sobre todo de aquellas cosas que nos predisponen negativamente aunque tratemos de estar bien y pensar positivo.
 
Al grano - como dijo el dermatólogo - le puse "Nunca faltan" a esta página porque quiero referirme a esas personas que llegan a nuestras vidas a puro desordenarnos y a tratar de cambiar nuestras rutinas, a cambiar nuestros hábitos y a pretender que las cosas sean y se hagan como a ellos se les pare la cola; eso me indigna, me indigna porque lo encuentro una falta de respeto, me indigna porque nadie tiene derecho a entrar en nuestra vida sin invitación, me indigna porque siempre me indignaron los levantados de "razga" que, sin haberle ganado a nadie, se permiten alterar todo so pretexto de su, supuestamente, "importante" cargo y pregonan sus "virtudes" a los cuatro vientos sin que nadie les haya preguntado nada y, para ponerle la guinda a la torta, demuestran una ignorancia supina frente a la pega que deben hacer y se visten con ropa ajena con el objeto de venderse frente a los dioses del olimpo.
 
Bueno, parece que es obvio que me estoy desahogando por la incómoda situación que estamos viviendo en la pega ante la llegada de un personaje de esas características, personaje que reconozco me ha descolocado a pesar de mis esfuerzos para que no me afecte, lo que estoy logrando poco a poco tratando de no enterarme de lo que hace y dejando que me entren por una oreja y me salgan por la otra todas las tonteras que el susodicho personaje se manda a diario.
 
El punto es que, de acuerdo a mi larga experiencia laboral, esos personajes nunca faltan, y por lo general aparecen cuando todo, o casi todo, marcha bien dentro de lo esperado.
 
¿Quién puede decir que no le ha tocado vivir, o está viviendo, una situación como esta?, ¿Por qué será que tienen que existir estos gaznápiros o "pasguatos", como les llama un amigo mío, y por qué será que los dioses del olimpo parecen no darse cuenta de su ineficiencia o de sus artimañas sucias para venderse?.....¿O será que sí se dan cuenta y los usan como una especie de servicio de inteligencia para enterarse de lo que ocurre en los estratos inferiores de la organización, aprovechando, justamente, su escasa inteligencia y narcisismo exacerbado? O, pensando malignamente, capaz que a los dioses les convenga tener un especimen como esos para que, en caso de una embarrada mayúscula, les sirvan como el eslabón fusible para salvar su culete.
 
En fin, como estos pasguatos parece que son necesarios para muchas cosas, entre otras para que se reconozca lo buenos que son los buenos, hay que manejarse hábilmente para no ser arrollados por sus malignos mecanismos de desprestigio, recurso típico y de uso habitual de estos sujetos, y hacer como reza el refrán de origen chino: "Siéntate en la puerta de tu casa y verás pasar el cadáver de tu enemigo", refrán que, sin ser literal, nos enseña el valor de la paciencia, valor que se ha ido perdiendo en este siglo pero que, a medida que pasan los años y nos acercamos a la puerta de salida, forma parte de ese concepto llamado sabiduría.
 
Que duerman bien y cultiven la paciencia, en especial con los que nunca faltan.
 
Un abrazo.