viernes, 18 de enero de 2013

Los nombres

Hoy reflexioné acerca de la utilidad de llamarse como nos llamamos, el primer problema con el que me encontré fue, precisamente, en eso.....en como nos llamamos, mejor debí decir cómo NOS llaman, y de ahí surge mi confusión.

Me explico, a una persona (o a varias, en realidad) las bautizan con un determinado nombre propio - segundo problema, porque de propio no tiene nada, ya que cualquier nombre que nos pongan no es nuestro, es de un montón de gente, o sea, no es propio de nosotros. OK, asumamos entonces que no es nuestro, pero se le llama nombre de pila, o sea, ¿Lo eligieron desde una pila de nombres?, capaz que sí y, en la mayoría de los casos sale de algún antepasado nuestro, o de un artista admirado por nuestros padres, etc. de ahí que algunos pobres tipos se llaman Elvis González, o John Soto o, últimamente Brayan (por Bryan), podríamos estar páginas y páginas dando ejemplos de lo ridículo que nos hacen ver nuestros padres que no asumen sus raíces autóctonas poniéndonos nombres gringos. (Menos mal que los míos fueron más piolita con nuestros nombres).

Pero, con todo esto, ¿para donde voy?, voy a preguntarme: ¿Pa qué cresta nos ponen un nombre, bonito o feo, pero nombre al fin, si después nunca más lo usan? ¿Para qué bautizamos María Alejandra a una hija si le decimos Ale?, ¿O José a un Pepe, o María Eugenia a una Quena, o Angélica a una Keka?, ¿Es que no nos gusta el nombre que les ponemos que comenzamos desde el principio a ocultárselo y final mente la personita se demora años en saber cómo se llama porque en sus primeros años le dijeron desde gordito hasta flaco, o pelao, o Chuqui, o cualquier cosa menos su nombre. La mejor prueba de esto fue una oportunidad en que mi nieta llegó del kinder contando atropelladamente que una amiguita tenía un abuelo que también se llamaba Tata, fue muy tierno y muy cómico a la vez.

Como podemos ver, nos esforzamos permanentemente en llamar a las personas con nombres diferentes al "propio". También está la situación de pareja, entre ellos viven cambiándose el trato, desde gordi, chanchi, gatita, etc al principio de la relación, y cuando se consolida pasamos a ser "gordo" (independientemente de la figura), perrito, amor, papá (seamos o no padres), etc; hasta que pasamos a la condición de adulto mayor, época en que pasamos a llamarnos "viejo" , "viejito" o simplemente cariño.

Eso sin contar los apodos, ¿Quien no tiene uno?, creo que nadie se salva y hay algunos realmente ingeniosos y otros típicos como Cogote de almeja, o Palito en el poto (así le decían a un tipo que caminaba con las piernas juntas y echando el traste para adelante, era muy cómico), o el Huevo de diuca (ese era un colega de pega en el norte, tenía cara redonda y llena de pecas), o el Cintura de gallina (pueden imaginar su perfil abdominal), etc.

Después de todo esto vuelvo a la pregunta inicial: ¿para qué cresta nos ponen un nombre si nunca nadie lo usa?.

Buenas noches

"Tata Mundo"
PS:
Así me llama el más chico de mis nietos

domingo, 13 de enero de 2013

Las cosas que me hacen reir

La verdad es que no soy un tipo de risa fácil, por ejemplo me cargan los "humoristas" que basan su trabajo en los defectos de los demás, me cargan los que buscan el apoyo del público pasando por pobres personas llenas de problemas tratando de inspirar lástima, me cargan los que se exceden en el uso de palabrotas y situaciones de índole sexual. Yo no soy precisamente mojigato, pero esas cosas me producen incomodidad, quizás soy chapado a la antigua, pero prefiero eso a tener que soportar a estos mercaderes de la grosería y de la desgracia ajena sin ningún tipo de respeto por nadie ni por nada.

El tipo de humor que me gusta, y a veces me hace reír, es ese humor  de las series o películas gringas, ese humor liviano basado en las tonteras más ínfimas que se producen a diario, el humor directo y, especialmente, el sarcasmo como herramienta indirecta, escondida en una simple respuesta a una pregunta tonta, o en una escena cualquiera se muestra en un segundo o tercer plano, por ejemplo, a un tipo en bicicleta que se cae a un hoyo, sin tener na que ver con la escena que se está viendo. De repente me cuento chistes a mí mismo - bueno le llamo chistes a situaciones que observo, o que escucho a diario y que espontáneamente recuerdo en los momentos más insólitos, y muchas veces menos adecuados - a través de imaginar las respuestas a preguntas que ni siquiera se me formulan a mí.

Aprendí a reír con humoristas de fuste como Jorge Romero "Firulete", como Verdaguer, como el Bigote Arrocet, como "Coco Legrand todos ellos dedicaron su vida al humor de diferente tipo sin usar un solo garabato, y, si lo usaron, fue con estilo y sin grosería.

Bueno, esto es parte de mi personalidad tribilinesca, del niño que dije no haber soltado, del adulto que nunca maduró, y creo que en esto también influye, y mucho, esa especie de deformación profesional que me hace ser excesivamente analítico y concreto - casi nerd - y algo de la sangre alemana que corre por mis venas.

En mi familia soy conocido por los chistes fomes y por las respuestas concretas, cuando alguien, por pedirme el número de mi teléfono me dice: ¿me das tu teléfono?..... invariablemente respondo: no puedo, lo ocupo..... En fin, así soy yo y no quiero cambiar pues me divierto mucho riéndome de mis propias ocurrencias fomes y que no dañan a nadie.

Buenas noches.....y no me pidan que les cuente algún chiste.